Alfajores “Boca Calle”, elaborados por personas en situación de calle en Buenos Aires

Se venden en los kioscos porteños hace un mes y medio, son alfajores producidos por personas en situación de calle de la ciudad de Buenos Aires. Un producto de calidad, que nace de un proyecto planeado y ejecutado por la asociación civil Proyecto 7.

Por Mateo Lazcano, para la Cooperativa de Editores Barriales EBC

Los kioscos de la Ciudad de Buenos Aires ofrecen hace más de un mes un nuevo modelo de alfajor. Pero lo que podría parecer una noticia insignificante en un mercado que vive justamente de ofrecer nuevos productos a sus clientes, trae consigo una experiencia novedosa. Se trata de los alfajores Boca Calle, una iniciativa creada por una organización que reúne a personas en situación de calle.

Proyecto 7, una asociación civil que hace más de 20 años realiza tareas sociales con personas “sin techo”, planeó y ejecutó esta idea. “Los centros de integración que dirigimos fueron creando desde años diferentes emprendimientos. Entre ellos, hicimos una cooperativa panificadora, vendimos barbijos, remeras y otras cuestiones. Pero este fue el primero reconocido socialmente, que salió en la tele y tuvo interés mediático”, detalla Gabriela Crespo, integrante de la organización y coordinadora de Boca Calle.

Comenzaron vendiendo el alfajor por internet y a conocidos de la ONG, pero para que el proyecto ganara impacto hubo otro paso fundamental: contactaron a la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA). “Ellos actúan como los distribuidores de los alfajores. Les gustó mucho el producto, le dieron un lugar en sus góndolas y estamos contentos porque resultó un éxito. Nos pasa que algunos empiezan con una caja y después nos piden 3 o 4 para la próxima”, explica Gabriela.

“En nuestra Cámara somos solidarios con instituciones que generan puestos de trabajo y ayudan. Nos pusimos a disposición del proyecto y empezamos a compartir con los kiosqueros la idea, colaborando con la logística y venta”, afirma Adrián Palacios, titular de UKRA. “El producto tiene buena recepción y ansiamos que siga creciendo la producción”, agrega el dirigente.

Los Boca Calle se ven desde abril pasado en decenas de kioscos porteños. Según comenta la coordinadora de Proyecto Siete, en la iniciativa apostaron a algunos detalles claves para hacer lucir a sus alfajores: “Nos enfocamos mucho en que sea un alfajor comercial, de marca, y no como uno artesanal o de panadería. Y como sabíamos que competiría con otros modelos, buscamos refinar todos los detalles y que la gente los compre porque tienen buena relación calidad/precio, y no solamente como un gesto a las personas en situación de calle”.

Hasta poder llegar a la forma definitiva del producto, hicieron “prueba y error”, perfeccionando el alfajor con distintas recetas. “Hoy podemos decir que tenemos el modelo que buscábamos”, revela la coordinadora. Para esta iniciativa se apostó por los alfajores, un alimento que tiene alta raigambre como “identidad” argentina, algo que tampoco fue un detalle más.

“Los alfajores tienen unas cualidades que los hacen únicos. Te llenan la panza cuando tenés hambre. Son dulces, ricos, funcionan como un combustible. No cuestan tanto. Con 50, 60 pesos, algo que podés juntar, lo comprás. Y esto es algo que les pasa no solo a las personas en situación de calle, sino a un laburante, alguien que está haciendo una changa y le agarra hambre y desea algo al paso. Es muy transversal socialmente”, sostiene Gabriela.

Asimismo, la integrante de Proyecto Siete destaca otro rasgo clave de los alfajores que atrae a gran cantidad de compradores. “Son fáciles de transportar. Esto es importante porque supongamos que vos decís: ‘Quiero ayudar a personas en situación de calle, te compro un choripán’. Es más incómodo. Tampoco podrían ser facturas, que generalmente se compran en lugares puntuales y que ya son conocidos”, cuenta.

Iniciativas como Boca Calle son “la posibilidad de dar empleo genuino y que personas que están fuera del sistema laboral tengan acceso, cumpliendo con su integración”, destaca Gabriela. Y agrega: “Ocurre a veces que mucha gente tiene ganas de colaborar pero no encuentra una vía en la que no sienta que está haciendo asistencialismo. Y acá aportan para que otras personas crezcan y puedan construir algo mejor que lo que tienen hasta ahora”.

En su análisis, se detiene en el hecho de que uno de los aspectos donde más hay prejuicios entre las distintas clases sociales es en lo estético, donde prima la idea de que algo de calidad o “top” jamás podría ser hecho por los sectores humildes. “Es difícil para quien no está en esa situación entender lo que significa acceder a un logro y un reconocimiento para alguien que está las 24 horas del día invisibilizado”, reflexiona Gabriela.

Coincide con ella Jorgelina Di Iorio, investigadora del CONICET y miembro de la Asamblea Popular por los Derechos de las Personas en Situación de Calle de la Ciudad de Buenos Aires, quien afirma: “Proyectos como este son importantes para que las personas en situación de calle sean reconocidas por un logro y no por piedad o lástima. Incorpora una mirada inclusiva, amplía derechos y, sobre todo, expone ese pensamiento común que los presenta como ‘vagos’”.

Para Di Iorio es importante que haya iniciativas como estas para mostrar “otra dificultad que tienen las personas en situación de calle, que es la laboral”. Y agrega: “Porque habitualmente al pensar en ellos pensamos en el hecho de no tener vivienda, pero no es la única adversidad, también la falta de trabajo”.

Pese al poco tiempo que llevan vendiéndose, los Boca Calle alcanzaron un reconocimiento impensado para sus impulsores. Ahora, el principal anhelo pasa por mejorar la capacidad de producción y aumentar la cantidad de gente que participa en su elaboración.

Casi en simultáneo a la salida de los Boca Calle, el Gobierno de la Ciudad realizó el Censo Anual de Personas en Situación de Calle. Según fuentes oficiales, se trata de un relevamiento para identificar concretamente cuántas personas se encuentran viviendo en la calle y en los Centros de Inclusión Social porteños, que actualmente son 32 en toda la ciudad.

El censo se originó en la ley N° 3706, que define los derechos de las personas en situación de calle. Todavía no se informaron las cifras (en 2019 habían registrado algo más de 7000 personas), pero distintas organizaciones sociales cuestionaron con dureza al Gobierno de Horacio Rodríguez Larreta por cómo avanzó al respecto.

La Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el mencionado Proyecto 7, el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y el Movimiento Popular Nuestramérica denunciaron en un comunicado a las autoridades del Ministerio de Desarrollo Urbano y Hábitat.

En el texto, afirmaron que “se subregistra a la población, evitando recolectar datos cualitativos de minorías específicas y no atendiendo las recomendaciones realizadas, incumpliendo el acuerdo logrado el año pasado”. La principal diferencia tiene que ver con si la medición se realiza en varias jornadas o en una sola.

Jorgelina Di Iorio, quien integró esas mesas de negociación de finales de 2020 en las que se buscó preparar el terreno para este censo, señala: “El censo no tuvo en cuenta a las organizaciones. Terminó siendo una ficción, porque no hubo una lectura de que hubiera receptividad a las propuestas que hacíamos sobre el modo de relevamiento, de qué manera pensar el problema. El Gobierno plantea un argumento mágico cuestionando nuestra metodología, y nos dejaba en un lugar meramente de veedores”.

Por otro lado, la investigadora cuestiona la política en general de la gestión de Horacio Rodríguez Larreta hacia las personas sin techo y pone como ejemplo al trato recibido en la crisis sanitaria originada por la pandemia: “No hubo una sola medida de sostenimiento para las personas en situación de calle durante la pandemia. No se repartieron barbijos, no se hicieron testeos ni se abrió una vacunación especial”.

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