Foto obligada de todo turista que llega a Vuelta de Rocha, el puente transbordador Nicolás Avellaneda es emblema del barrio de La Boca. Condensa la historia del pasado apogeo económico de los barrios del sur y sobrevive hoy casi como un gigantesco objeto artístico de nuestra ciudad.
Por Pablo Sáez
Lo inmortalizó Benito Quinquela Martín en alguna de sus pinturas. El talentoso rapero Trueno lo luce en un tatuaje sobre su cuello. Permanente motivo de inspiración para artistas visuales que lo pintan en bastidores y murales, lo multiplican en fotografías y lo intervienen en maquetas. Al haber cambiado tanto el sentido económico y productivo que tenía la zona del Riachuelo, no sospechamos la trascendente importancia que tuvo la construcción de este puente transbordador y otros más, de los cuales solo sobreviven dos.
Un poco de historia
En 1876 se canaliza el Riachuelo, se construyen los muelles y se crea un puerto de gran importancia para el comercio y la producción. Recién entre 1887 y 1889 aparece Vuelta de Rocha tal cual la conocemos hoy, al canalizarse el recorrido sinuoso que tenían las aguas en su curso. En las márgenes se desarrolló un importante centro marítimo con almacenes, talleres, saladeros y una enorme inmigración italiana que dio personalidad al barrio. A principios del siglo XX la actividad industrial era frenética. En ambas márgenes del río Matanza-Riachuelo proliferaban fábricas, frigoríficos y astilleros, con paso constante de embarcaciones y de trabajadores. Para efectivizar los traslados de una orilla a la otra, de La Boca a la Isla Maciel, se necesitaba urgente un medio de transporte de grandes dimensiones, superador de los lentos traslados en barcazas.
El revolucionario transbordador
El crecimiento acelerado de la economía argentina permitió recurrir a los últimos avances de la ingeniería, y entre los inventos más novedosos estaba el transbordador del francés Ferdinand Arnodin, que permitía trasladar pesadas cargas sin dificultades. Apenas se montaron veinte en todo el mundo, de los que sobreviven ocho: uno en España, otro en Francia, dos en Inglaterra, uno en Gales, dos en Alemania y uno en Argentina. Los transbordadores fueron superados y quedaron obsoletos casi al mismo tiempo en que fueron creados. La moda de las estructuras monumentales de hierro pasó rápidamente y se optó por otro tipo de puentes más dinámicos y sólidos.
En La Boca se construyeron cuatro puentes transbordadores y llegaron a funcionar los cuatro al mismo tiempo, tal era la actividad de la zona. Los trabajadores de Dock Sud, los obreros de la carbonera, los astilleros, la Usina CATE y el frigorífico ANGLO reunían cerca de diecisiete mil obreros que debían cruzar este tramo del Riachuelo en bote. Por esa razón, en muy pocos años se construyeron una serie de puentes que dinamizaron la circulación de trabajadores y carga en el área.
Puentes para una economía acelerada
El primero de todos fue el puente Luis Sáenz Peña, de 1913, a la altura de la calle Garibaldi, que funcionó hasta que fue desmontado en 1965. En 1914, nuestro emblemático puente Nicolás Avellaneda, transbordador, al extremo de Almirante Brown. El tercero, en 1915, en el extremo de la avenida Patricios, el puente transbordador Capitán General Justo José de Urquiza, desmantelado en 1968. Y el cuarto, también llamado Nicolás Avellaneda, inaugurado el 5 de octubre de 1940 a 200 metros del antiguo puente transbordador.
El transbordador de las postales
En 1908 se autorizó a la empresa Ferrocarril del Sud a construir un nuevo puente transbordador que conectara el barrio de La Boca con la Isla Maciel en el municipio de Avellaneda. La estructura de hierro fue construida por partes en Inglaterra y desde allí enviada en barco a Buenos Aires. El ensamblado requirió aproximadamente 3 años. Solo los cimientos de las torres, sumergidos a 24 metros de profundidad, fueron de construcción nacional. La obra fue inaugurada en 1914 con el nombre de Puente Transbordador Nicolás Avellaneda en homenaje al expresidente de la República.
Tiene 52 metros de altura desde las bases de las torres hasta el tope de la viga superior. El ancho total es de 77,5 metros. Es este el tramo libre que deja para la navegación. Sobre las torres laterales se sostiene una viga superior de la cual pende un carro sujetado a un cable carril. De este carro cuelga la barquilla, el denominado “transbordador”, un canasto de ocho metros de ancho por doce de largo, que soportaba hasta 50 toneladas de peso. Desde la barquilla se transportaban peatones, carros y tranvías, con una capacidad máxima de 30 personas y 4 ejes o carros.
El costo total de su construcción y levantamiento fue aproximadamente de 100 mil libras esterlinas. El servicio que brindaba era totalmente gratuito para la población. El horario de funcionamiento se extendía entre las 6 y las 21. Y el manejo era simple, no requería del conductor una exigida capacitación.
Desde una cabina, ubicada en la torre lateral de la margen de La Boca, se estibaba su marcha, su desplazamiento de un extremo a otro. Cuando el carro estaba por arribar al muelle opuesto, unos interruptores montados en el carro superior se accionaban automáticamente mediante topes fijos que cortaban el circuito para evitar que por cualquier descuido del conductor chocara la barquilla con el muelle.
Ya a fines de la década del 30 se pueden leer artículos en la revista Caras y Caretas que reclaman una pronta solución a la lentitud del cruce con la construcción de otro puente. Las obras estuvieron a cargo de la Dirección Nacional de Vialidad conforme al proyecto del arquitecto Eduardo Rodríguez y el ingeniero Juan Agustín Valle. Cuando el nuevo puente, que lleva el mismo nombre que el viejo, se inauguró en 1940, era el más importante en su género de Sudamérica. Esta imponente obra de hormigón, de 1600 metros de longitud, cuenta con un tramo central metálico y levadizo constituido de dos torres de casi 50 metros de altura. Los peatones acceden mediante escaleras mecánicas y fijas. Es entonces con su aparición que el viejo transbordador fue ampliamente superado y quedó en desuso y abandono en 1960.
Por la memoria del barrio
En 1993, con la frenética transformación del país durante el gobierno de Carlos Menem, se ordenó el desarme del puente transbordador para venderlo como chatarra. Un grupo de vecinos se alzó en su defensa con fuertes acciones de resistencia y comprometiendo a legisladores en su apoyo. Lograron así que en 1995 la ciudad de Buenos Aires lo declarara de interés cultural. Ya en 1999 el puente transbordador y sus dos riberas –Isla Maciel y La Boca– ingresaron en la lista de monumentos históricos nacionales. Desde 2005, la Fundación por La Boca (FXLB) se propone su puesta en valor y funcionamiento. El puente, además, está incluido en la lista de bienes culturales a ser postulados como sitio de Patrimonio Mundial. Una serie de eventos para la concientización y también para generar condiciones económicas para su recuperación dieron por resultado que, en 2017, tras sesenta años de inactividad y seis años de obras, el transbordador volviera a funcionar. Hoy resulta inconcebible que haya habido intentos de desmantelarlo y es considerado por muchos vecinos la reliquia más valiosa y significativa del barrio. No podemos imaginar La Boca sin el viejo puente transbordador.