Instrucciones para conseguir una plaza

El barrio porteño de Villa Santa Rita tendrá por fin su primer, único, pequeño y tan anhelado espacio público verde. Pero el logro no fue casualidad: se explica por la organización, la inteligencia y la persistencia de un puñado de vecinos decididos a cargarse al hombro un reclamo de más de 40 años.

Por Verónica Ocvirk

Resulta extraño, pero es real. Villa Santa Rita –el barrio de la comuna 11 delimitado por Álvarez Jonte, Condarco, Gaona, Joaquín V. González y Miranda– es el único en toda Buenos Aires que no tiene un solo espacio verde. Ni una plaza, mucho menos un parque. La razón de fondo se desconoce, aunque según un mapa de 1839 el loteo inicial sí contemplaba una plaza que jamás se hizo. El clamor para reparar esa falta sonó fuerte cuando en los ’80 se liberó el predio que ocupaba la fábrica de cigarrillos Particulares (una manzana entera en Terrada y Beláustegui), y entonces se alzaron petitorios y reclamos, pero como es de público conocimiento el proyecto terminó quedando en torres.

La vieja aspiración está ahora a punto de volverse realidad. Porque el 23 de marzo pasado la Legislatura porteña aprobó por unanimidad que se expropie un terreno de 1.600 metros cuadrados sobre Jonte entre Cuenca y Granville. Y hasta los medios nacionales se hicieron eco de la buena nueva, todo mientras los vecinos celebraban con un grito casi ahogado. Un poco porque tras la sostenida y sacrificada militancia de un puñado de ellos el reclamo llegaba, por fin, a buen puerto; aunque también por el significado que la victoria envuelve para cada una de las batallas que por la escasez de espacios verdes se libran hoy en la ciudad.

Un plaza para Santa Rita

Resulta, en efecto, muy poco común que el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta haya decidido transformar un espacio privado en otro público. Porque la tendencia en los últimos años, exceptuando algún caso puntual por la traza del subte, ha sido más bien la contraria. Tal como lo cuenta en este hilo la ingeniera y fundadora de la ONG “El Movimiento” María Eva Koutsovitis, los poquísimos metros vacantes de Buenos Aires tienen mil veces más chances de ser privatizados y cubrirse de cemento, edificios o paseos comerciales antes que de convertirse en parques o plazas. Por eso el hecho de que esta administración tome el camino inverso constituye todo un hito.

En el caso de Santa Rita los planetas, la militancia barrial y la coyuntura se alinearon para que un terreno privado se expropie y la zona tenga próximamente –la fecha no está aún definida– su primera, única y pequeña, pero a la vez tan anhelada plaza. De esa trama de más de una década que hizo realidad el viejo sueño –y que incluyó repetidos intentos, rosca, expedientes, incontables reuniones de vecinos, cafés con funcionarios, lectura de documentos, campañas de difusión, bicicleteadas, chats sempiternos, marchas, contramarchas, redacción de proyectos y variados aprendizajes– intenta dar cuenta esta nota.

Los de Granville y el primer chispazo

La foto más típica de Villa Santa Rita es la del pasaje Granville, que guarda las particularidades de ser peatonal, “ajardinado” y muy pintoresco. Otra cosa llamativa de ese pasaje es que la mayoría de sus vecinos se conocen y aprendieron a trabajar como colectivo. Hace por lo menos 15 años que vienen rebelándose contra la construcción de torres en la zona. Incluso lograron, allá por 2013, que la Legislatura aprobara la ley 4.738 de “Vías de Ancho reducido” para limitar la altura de los edificios aledaños. Fueron también ellos quienes, ante el anuncio de construcción de dos torres de diez pisos (sobre el mismo terreno de Jonte en el que ahora se va a convertir en plaza), salieron a la calle para organizar el recordado “velorio del pasaje”, porque aseguraban que, con semejante mole al lado, la estrecha vía directamente se moría.

Fue esa protesta (que se prolongó por años) la que permitió echar el ojo al codiciado lote de Jonte en el que alguna vez habían funcionado canchas de paddle, un lavadero de autos y un estacionamiento y sobre el que, de tanto en tanto, volvía a sobrevolar la amenaza de levantar imponentes torres. La forma más inteligente de protegerlo era unir los dos reclamos: pelear para que el espacio quedara libre de edificios… transformándose en plaza. Fernando Sánchez, exlegislador de la Coalición Cívica, presentó en 2011 un proyecto en esa línea. Pero la Legislatura nunca lo trató. Y por eso terminó a los dos años perdiendo estado parlamentario.

Segundo intento en plena pandemia

Carolina Maccione, comunera de la 11 por Vamos Juntos, incluyó entre sus promesas de campaña de 2019 que trabajaría por “Una plaza para Villa Santa Rita”. Y al año siguiente, ya electa, redactó efectivamente un proyecto para expropiar el mismo terreno sobre Jonte. El texto fue votado por unanimidad por los siete integrantes de la Junta Comunal y presentado a la Legislatura en noviembre de 2020. Aunque el expediente jamás registró movimientos.

Cabe, en este punto, aclarar algo: si bien la palabra “expropiación” suele generar suspicacias, se trata de un proceso establecido por la ley 238, que deja en claro que un terreno puede expropiarse para la satisfacción de un bien común. Pero no es que esos inmuebles “se quitan” sin más a sus dueños: para eso no solo debe mediar una ley, sino que el valor del terreno se paga de acuerdo a una tasación que hace el Banco Ciudad.

“Además de hacer pan de masa madre y practicar yoga en el baño, la pandemia nos permitió llevar adelante un par de otras cosas”, recuerda Matías Lockhart, vecino del barrio, acerca del año del inicio de la pandemia: 2020. El consejo consultivo de la 11 todavía no funcionaba. Pero ante la angustiante falta de plazas cercanas –vale recordar que hubo un momento en el que solo se podía circular a 500 metros del domicilio– vecinos de Santa Rita y Mitre empezaron a juntarse por zoom para volver a militar su plaza. Crearon en Facebook un grupo que se llamó “Vecinos Unidos” y enviaron a funcionarios de la Ciudad una extensa carta en la que solicitaban dar “curso urgente” al proyecto de Maccione.

Cuando corría ya 2021 ese grupo inicial se consolidó y se dio un nuevo nombre: “Una plaza para Villa Santa Rita”. Una vecina diseñó un logo, otra armó el inevitable grupito de whatsapp. Y decidieron que se mantendrían vecinales y apartidarios, porque la idea era conversar con todos y todas. Los vecinos arrancaron entonces a articular con otros comuneros y legisladores, y organizaciones barriales, y a juntar firmas, y a organizar eventos de visibilización: por caso una bicicleteada, una tarde para las niñeces, la pintura de un mural, talleres de canto. Cada difusión implicaba un trabajo titánico. Porque tampoco es raro que, en estos tiempos de vidas atomizadas, algo suceda a dos cuadras de nuestra casa y ni siquiera nos demos por enterados. Así y todo, comenzaron a tejerse redes. “Aunque no hubo avances concretos, lo que logramos durante ese tiempo fue visibilizar el reclamo –dice Guillermina Bruschi, otra de las vecinas que durante los últimos años se abocó de lleno a trabajar en el proyecto–. De hecho, cuando al año siguiente iniciamos el recorrido legislativo, muchos nos decían que tenían perfectamente claro que Santa Rita era el único barrio de Buenos Aires sin plaza”.

Maccione jamás se acercó a conversar con nadie, tampoco participaba de los eventos. Fue en marzo de 2022, durante una reunión con organizaciones, que Jonatan Baldiviezo, fundador del Observatorio del Derecho a la Ciudad, les dijo a los de “Una plaza…” que solo faltaban dos semanas para que el proyecto, que seguía durmiendo en la Legislatura, perdiera estado parlamentario. “¿Pero cómo –le respondieron–, si fue presentado en noviembre de 2020? Todavía tenemos algunos meses”.  “No –les explicó el abogado–. Se cuentan los años calendario: es igual que si hubiera entrado en marzo”. Quería decir, entonces, que presentar un proyecto en noviembre implicaba un total despropósito.

Los vecinos se enojaron, insultaron, se desalentaron, se sintieron estafados. No podían entender que la Junta Comunal no manejara ese dato y los dejara ilusionarse con un proyecto que nunca se concretaría. Comprendieron, de todas formas, que no era el momento de bajar los brazos. Si la cosa se ponía difícil, si la Legislatura les daba la espalda, si se encontraban bastante solos, lo que había que hacer era pensar, debatir, elaborar y redactar para finalmente presentar ante las autoridades el proyecto de ya no una, sino cuatro plazas para Santa Rita.

Los cuatro terrenos y el recorrido legislativo

“Tenemos que redactar un proyecto nosotros”, fue la conclusión tras el revés. Alguien con experiencia apareció para ayudarlos: la gente del colectivo que desde hace años viene oponiéndose a la construcción de un parque lineal sobre Honorio Pueyrredón.

También había sucedido que en el transcurso de 2021, aunque el proyecto de Maccione seguía vigente, los comuneros del Frente de Todos Gastón Fernández y Victoria Pugliese se dedicaron a hacer relevamiento de otros terrenos que, además del de Jonte, podrían estar disponibles para la plaza. Y estos eran, en total, cinco: uno en Emilio Lamarca y San Blas; otro en Concordia y el pasaje Toay; otro más en Nazca y Beláustegui; un cuarto en el predio del ex hospital Israelita y por último, el de Jonte. Se consiguieron los certificados de dominio. Y a partir de entonces la batalla comenzó a replantearse.

“Si 2021 fue el año en el que nos dedicamos a la difusión y los eventos, 2022 estuvo enfocado en dos aspectos: uno, el logro de una masa crítica mayor; y dos, el recorrido legislativo”, reflexiona Lockhart. “Observamos que en el barrio ya no quedaba un terreno para tener una plaza ‘tradicional’ de toda una manzana. Entonces nos preguntamos: ¿por qué no armar un proyecto vecinal e integral desde el punto de vista ambiental, social, educativo y de salud, un proyecto que pensara a los cuatro lotes como un conjunto?”, agrega Bruschi. Al predio del hospital Israelita lo dejaron afuera: les pareció que el edificio podría recuperarse para una secundaria pública en la zona –otra gran falta en el barrio-, o la mudanza del apretado Cesac 34 de la calle Artigas. Los otros cuatro lotes totalizaban en conjunto 4.900 metros cuadrados, menos de media manzana. “Es poco considerando la superficie –reconocen los vecinos– pero ganábamos en accesibilidad, porque hay lugares desde donde seguís teniendo que caminar diez cuadras para llegar a una plaza. La gente mayor ni siquiera va, y con chicos chiquitos medio que al volver llegás arrastrándolos”.

“Antes de que termine esta gestión, Villa Santa Rita tendrá su plaza”, dejó caer en medio de una “reunión de cercanía” nada menos que Felipe Miguel, el poderoso jefe de gabinete porteño. Los vecinos se miraron y se dijeron: “Es ahora”. Se asesoraron sobre el formato y el lenguaje requeridos y pusieron manos a la obra al nuevo proyecto, que sin decir nada presentaron por mesa de entrada en la Legislatura. Para tomar estado parlamentario debía “levantarlo” algún diputado, cosa que enseguida hizo Lucía Cámpora, legisladora del Frente de Todos y desde marzo pasado también secretaria general de la agrupación juvenil “La Cámpora”.

La hora del “poroteo”

“No importa de qué proyecto se trate: en la Legislatura oficialismo y oposición juegan a Tom y Jerry: lo que levanta uno, no lo vota el otro. Y a pesar de que les decíamos: ‘ojo que esto es transversal, todos estamos de acuerdo en que Santa Rita necesita una plaza’”, ni remotamente Vamos Juntos iba a votar un proyecto que llevara la firma del Frente de Todos”, analiza Lockhart.

Los vecinos se afanaron a la tarea de contactar personalmente legislador por legislador. Al principio lo hicieron a partir de los correos y teléfonos que aparecen en la web de la Legislatura. Nadie les respondía, y fueron luego encontrando otros canales en lo que prácticamente se convirtió en un trabajo de investigación. Uno de los pocos que respondió ese primer correo fue Gabriel Solano. “Yo les firmo, claro que les firmo. Pero, ¿a ustedes les sirve que yo les firme?”, les preguntó, pragmático, el legislador del Frente de Izquierda y los Trabajadores. Ellos (los vecinos) decidieron que sí, que valía confiar en la potencia de la idea y seguir “poroteando” uno a uno los apoyos. El nuevo proyecto requería de 40 votos como mínimo. Aparte de los cuatro lotes en vez de uno, incluía también el cambio de esos terrenos a la categoría “Urbanización Parque”, que implica que se conviertan en plazas únicamente y no puedan destinarse a ningún otro fin.  El texto ingresado consiguió, de entre los 60 legisladores que componen el recinto, un total de 6 firmas: las de Lucía Cámpora, Javier Andrade y Magdalena Tiesso (del Frente de Todos); y Gabriel Solano, Alejandrina Barry y Amanda Martín, del Frente de Izquierda y los Trabajadores.

Nicolás Manieri, el jefe comunal de la 11, tardó un largo tiempo en atender a los vecinos de Santa Rita, a pesar de sus numerosos intentos. Pero cuando finalmente lo hizo les consiguió una reunión con María Sol Méndez, legisladora de Vamos Juntos. Luego los propios vecinos lograron tejer otro encuentro con el diputado del mismo bloque Marcelo Gouman. Él –que no firmó el proyecto– les adelantó, sin embargo: “Déjenme hablar con el Ejecutivo”. “Nosotros lo habíamos presentado por mesa de entradas en junio de 2022 –recuerda Bruschi–. Y esa reunión fue en septiembre. No conocemos el entretelón, pero desde entonces algo se modificó. El proyecto nuestro, levantado por Lucía Cámpora, seguía sin tratarse en comisión. Y esa palabra de Gouman fue algo así como la semilla”.

El “núcleo duro” de los vecinos militantes no tenía para entonces más de diez integrantes: diez personas comunes y corrientes que además de sus respectivas tareas laborales, de cuidado, autocuidado, logísticas, educativas y deportivas debieron de encontrar el tiempo para leer, estudiar, juntarse, conversar, armar de cero un proyecto y tener luego que encarar una suerte de marca personal sobre más de 80 funcionarios de las comunas, de la Legislatura y del Ejecutivo porteño. “Fue como hacer un máster”, confiesa uno de los vecinos. “Como tener otro laburo”, le responde otra.

“Veníamos con toda esa efervescencia de las reuniones hasta que, de pronto, recibo un mensaje de Guille: ‘mirá esto’, decía y me mandaba un link”, rememora Lockhart. Era el 22 de diciembre de 2022, la Argentina acababa de consagrarse campeona del fútbol mundial y el Ejecutivo porteño anunciaba la presentación de un proyecto de ley que proponía la expropiación del lote de Jonte  para convertirlo en una plaza. El texto aparecía estampado con las firmas de Horacio Rodríguez Larreta y Felipe Miguel.

Fue una verdadera bomba. “Igual pasábamos de la euforia a la desconfianza en cuestión de segundos. Por momentos parecía un dejabú: otra vez presentando un proyecto a fin de año. Pero a pesar de eso, y de que el proyecto no era el nuestro, –incluía una sola plaza en lugar de cuatro, y sin el cambio de status a Urbanización Parque– estábamos contentos, porque por primera vez teníamos la sensación de que íbamos a lograrlo. Habíamos conseguido el apoyo del Frente de Todos, luego de los legisladores de izquierda, y ahora del oficialismo. ¿Quién no lo iba a aprobar?”, recuerdan los vecinos. Y rematan: “A pesar de que muchos quisieron llevarse los honores, y de que tuvimos que escuchar que legisladores que jamás nos habían atendido se jactaran de ser los promotores de la plaza, nosotros lo vivimos como una victoria vecinal”.

La lucha que continúa

Así llegamos al último 23 de marzo: con la ley aprobada por unanimidad. Solo falta ahora que se implemente –aún no hay novedades de la expropiación– y que se considere también el deseo de los vecinos de que se trate de un espacio “verde en serio”, con suelo absorbente, con la mayor cantidad posible de árboles, con pocas intervenciones de cemento, preferiblemente sin rejas y con un espacio de juegos cercano a Dantas. El colectivo que militó la ley ya elaboró un proyecto que fue apoyado por la Red Argentina del Paisaje. “No queremos que se trate solo a través de Participación Ciudadana, sino que se tenga en cuenta la opinión de expertos. Porque puede pasar que mucha gente no quiera pasto porque piensa que trae ratas, o no le gusten los árboles porque les molestan las ramas”, advierte Bruschi. “La gente no tiene por qué saber cómo se diseña una plaza”, reflexiona y destaca en ese sentido que “en la Dirección General de Antropología Urbana son macanudos, y por ahora nos escuchan”.

Pero el debate no está cerrado. Y más allá del natural desgaste, los vecinos piensan seguir de cerca la implementación del proyecto, así como el intento por lograr las cuatro plazas. “Estas luchas son siempre de largo aliento, y a veces tienen que esperar una coyuntura. En este caso esa coyuntura pudo tener que ver con que al gobierno de la Ciudad apuesta a que Devoto se convierta en el nuevo ‘barrio cool’ que ‘derrame’ hacia Villa del Parque, Villa Santa Rita y Villa Mitre”, analizan y citan como referencia la extensa entrevista que el secretario de Desarrollo Urbano Álvaro García Resta brindó al diario La Nación y que tanto enojó a organizaciones de la ciudad, ya que el funcionario enmarcó muchos de sus reclamos con el rótulo de “populismo urbano”. “De todas formas –sostiene Bruschi– nuestro trabajo vecinal resultó clave, porque sin él lo mismo se hubiese ‘transformado’ Devoto y nosotros seguíamos sin plaza. Mi aprendizaje personal es que, más allá de las frustraciones, no hay que perder de vista el objetivo. Y el hecho de que pudimos encontrar la forma de sentarnos a hablar, y ellos la de escucharnos”.

Por lo pronto el último lunes 15 de mayo se sentaron por primera vez en una misma mesa la gente de Antropología Urbana, todos los comuneros (menos Maccione), gente del staff de la Comuna, un coordinador del Consejo Consultivo, tres expertas de la Red Argentina del Paisaje y el colectivo “Una plaza para Santa Rita”. El objetivo: iniciar un proceso para diseñar en conjunto la plaza y seguir de cerca las políticas “verdes” para el barrio. “Pedimos que, además de Participación Ciudadana, las decisiones puedan anclarse en otras cuestiones, como las recomendaciones de organismos internacionales y saberes técnicos. Porque si ese espacio no se diseña bien, entonces va a seguir siendo un barrio sin plaza”, considera Bruschi. “También –añade– solicitamos que frente al cambio de gestión se mantenga el compromiso y no tengamos que empezar todo desde cero”.

“Las frustraciones son muchas, pero no hay que bajar los brazos –finaliza Lockhart–. Si no salía, no salía. Así y todo esto es parte del recorrido de mi vida y de lo que les dejo a mis hijos. Ahora esta plaza va a ser para nosotros, para los que vendrán y para los que antes la pelearon. Porque la única posibilidad de esperanza es colectiva. Los reclamos de ‘mi árbol’, ‘mi vereda’, ‘mi basura’ se quedan en una mirada muy chiquita. Entre nosotros podemos tener, y de hecho tenemos, ideas diferentes. Pero si en algo pensamos parecido es en la forma de crear comunidad”.

El relato surge a partir de una extensa entrevista con Guillermina Bruschi, Matías Lockhart y María Alejandra Hernández, integrantes del colectivo “Una plaza para Villa Santa Rita” en un café de Argerich y Álvarez Jonte, además de lectura de documentos y anteriores conversaciones con funcionarios.

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