El Teatro Gran Rex, uno de los íconos de la Modernidad en Buenos Aires, fue inaugurado en 1937 y es, aun, la sala más importante de la Argentina por su capacidad, visibilidad y acústica impecable, meca que todo artista quiere alcanzar.
Por Pablo Sáez
Su sorpresiva aparición en la ciudad fue una conmoción para el imaginario colectivo, que no conocía arquitectura semejante. Diseño del arquitecto Alberto Prebisch (1899-1970) –también autor del Obelisco a pocos metros–, participó en su construcción además el Ingeniero Adolfo Moret. La obra se ejecutó en unos siete meses y tal celeridad se explica a partir del llamado “Plan regulador de la Ciudad de Buenos Aires” de 1925, donde se disponía ensanchar las avenidas Córdoba, Corrientes y 9 de Julio, entre otras. La ciudad estaba en demolición masiva, y por ello la Municipalidad otorgaba importantes beneficios a quienes terminaran proyectos en menos de un año.
Los Cordero, tradicionales empresarios teatrales, junto con sus socios, unificaron varios terrenos sobre la avenida Corrientes para construir esta sala inspirada en la de Radio City de Nueva York. El primer destino pensado era de sala cinematográfica. El cine surgía como entretenimiento masivo y popular a partir de la aparición del sonido. Más tarde, con el surgimiento de muchas salas de cine pequeñas, fue consagrado su uso a la escena hasta especializarse en la música, inclusive hasta el día de hoy.
Prebisch diseñó el Gran Rex a partir del estilo racionalista, que busca la simplificación de formas y la funcionalidad frente a la ornamentación de estilos anteriores. Nacido en Tucumán, estudió en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires y se graduó en 1921. El contacto en Europa con las vanguardias europeas y la obra de Le Corbusier fueron determinantes para su enfoque arquitectónico. Director de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, influyó en nuevas generaciones de arquitectos y fue además intendente de la Ciudad de Buenos Aires entre 1962 y 1963.
El Gran Rex representó un cambio enorme respecto a la arquitectura teatral en Buenos Aires. El ventanal en todo su frente, debajo de su nombre con grandes letras en lo alto, logra un efecto de comunicación entre el adentro y el afuera, integrando el teatro a la avenida. Sus amplios espacios de líneas simples, con paneles de mármol, la carpintería metálica en color bronce oro y las puertas en madera de sicomoro, son detalles que logran un conjunto imponente, pero de gran sobriedad. Su capacidad para más de 3.300 personas lo convirtió en el teatro de mayor aforo de América Latina. La acústica impecable, y la distribución del público en su anfiteatro sin columnas, permitieron una perfecta visión desde cualquier punto. Se utilizaron materiales modernos de la época como hormigón armado, que permitieron la creación de espacios amplios y luminosos sin los antiguos problemas estructurales. Fue muy singular su propuesta de cocheras propias y una confitería en tres niveles, con bowling y billares.
El espacio interior de las plateas, también en tres pisos, conserva un pregnante color rojo siena, frente a un escenario de 46 metros de ancho y dos subsuelos para camarines y apoyo técnico. Antes, el escenario se enmarcaba con arcos que se repetían en el cielo raso, que emparentaban su arquitectura con el Art Decó, pero luego fueron sustituidos por paneles acústicos.
Patio de estrellas
Marlene Dietrich, Charles Aznavour, Maurice Chevalier, Nat King Cole, son unos pocos de los nombres de figuras internacionales que pisaron su escenario. Otros más contemporáneos fueron Bob Dylan, Paul McCartney, Liza Minnelli y Peter Gabriel. En la escena local, Sandro ocupaba su cartelera habitualmente. En la década de 1980, el Gran Rex fue fundamental para la expansión del rock argentino. Charly García y Luis Alberto Spinetta llenaron sus salas con recitales memorables. En 1985, Soda Stereo, en pleno auge, realizó una serie de presentaciones, algunas con desbordes en capacidad que pusieron en riesgo la seguridad de los recitales. A lo largo de los años, el Gran Rex ha sido escenario de grandes producciones teatrales y musicales, desde clásicos como El Fantasma de la Ópera hasta espectáculos más recientes como Mamma Mia. La versatilidad del teatro ha permitido albergar desde producciones íntimas hasta gigantescos montajes musicales. Una excelente administración, conducida por sus dueños originales, mantiene la sala, con ya ochenta y siete años, en condiciones de brillante y eterna juventud.