Parque General Belgrano, el barrio elegante que asomó entre las ruinas de un hipódromo

Parque General Belgrano, más conocido como “Barrio River” por su vecindad con el estadio Monumental, sugiere un relajado paseo entre chalés, bulevares, angostos pasajes y espacios verdes.

Por Cristian Sirouyan

La porción norte de la Ciudad, históricamente favorecida frente al sur orillero -mas próximo a las brumas del Riachuelo que a la atmósfera saludable de los Bosques de Palermo- atesora una de sus más acabadas expresiones en 37 manzanas que rodean una de las anchas veredas del estadio Monumental.

El barrio Parque General Belgrano -rebautizado “Barrio River” por veredicto popular- es un ramillete de casas bajas, perfectos chalés envueltos en las fragancias de sus jardines, que aportan un reparo de aire puro y fresco sostenido por la brisa permanente que llega del río.

Barrio River

Alrededor, en las aceras y las calzadas de las avenidas Del Libertador, Udaondo, Monroe y Figueroa Alcorta, la gente de a pie y los automovilistas parecen estar en otra cosa, mientras los vecinos y los visitantes de este remanso metido como cuña en el corazón de Belgrano se dejan llevar, sin encimarse, por la quietud que impera a toda hora cuando la pasión del fútbol no copa la escena.

La Ley 6564 de Protección Urbanística -sancionada por la Legislatura porteña en 2022- es el gran sostén que demandaba el vistoso semblante urbano que luce Parque General Belgrano y se replica en Lomas de Núñez y Nuevo Belgrano, otras zonas edificadas con un armónico estilo arquitectónico en la Comuna 13.

Barrio River

Al tiempo que enfrente gana cuerpo la amenaza de futuras torres y el Parque de la Innovación en los terrenos vendidos del Tiro Federal, aquí primó el sentido común y el límite de la altura de las construcciones establecido en 9 metros es el freno más contundente al avance inmobiliario.

La voz decisiva de la Asociación Vecinal de Fomento Barrio Parque General Belgrano y Nuevo Belgrano para que la esencia del barrio no sucumba frente a la modernidad es también la pieza clave que se ocupa de proteger el diseño señorial de los pasajes prolijamente trazados que apuntan al gran coliseo donde las multitudes celebran el talento de los virtuosos de la pelota y de la música.

Muy atrás en el tiempo, a principios del siglo XX, la pasión deportiva empujaba a esta zona a los “burreros”. Algunos miembros del Hipódromo Argentino habían tomado distancia de sus socios, para fundar el Hipódromo Nacional con un grupo de vecinos de la zona de quintas y mansiones que florecía en Belgrano.

Para trazar las pistas de carrera y de vareo y protegerlas con una reja perimetral, los pioneros compraron las tierras comprendidas entre las avenidas Del Libertador, Monroe y Lugones y la calle Rubén Darío y decidieron establecer la entrada principal en Libertador y Congreso.

El nuevo hipódromo fue inaugurado en 1887 y se utilizó hasta 1913, aunque parte de las tribunas se mantuvo en el horizonte despejado hasta 1920. De a poco, desde 1926, una vez que el Senado nacional expropió los terrenos en desuso, empezó a esbozarse el primigenio barrio Parque Casullo en el horizonte despejado. La barriada se encaminó cuatro años después, cuando fue inaugurada la capilla Santiago Apóstol, y terminó de encausarse en los años ’50, con el plan de asfaltado de las calles aplicado por el Gobierno de Perón.

Una porción de las dos rectas paralelas y la curva Sur del antiguo hipódromo todavía se conserva en el trazado de la calle Victorino de la Plaza, que recorre tres cuadras hasta Rafael Hernández, se dobla en semicírculo y retoma su línea recta para correr en sentido inverso a la par de sí misma. Asimismo, la tribuna Sívori del remozado Más Monumental fue levantada en base a la forma de la curva Opuesta del hipódromo.

La caminata por este remanso puesto a contrastar con los ruidos persistentes de la gran ciudad avanza sin apuro entre la alternancia de sombras y brillos resaltados por el sol que sugiere el bulevar Lidoro Quinteros y se corona de la mejor manera en la plaza Fleming, el acogedor punto final del paseo que propone estirar la tarde con una mateada.

Imperdible

Para descubrir el sitio exacto que dio origen a la popular frase “en Pampa y la vía” hay que correrse unas ocho cuadras desde el barrio General Belgrano en dirección a las Barrancas y situarse en el cruce de Pampa y Montañeses, debajo del viaducto que sostiene el paso del tren Ferrocarril Mitre.

Pampa y la vía. Viaducto

A principios del siglo XX, cuando las vías del antiguo Ferrocarril Central Argentino cortaban la calzada empedrada de la calle La Pampa, ese cruce reunía a los “burreros” que salían del Hipódromo Nacional con los bolsillos vacíos, dispuestos a regresar a casa en tren. Algunos bajaban del tranvía tirado por caballos de la compañía The Buenos Aires and Belgrano Tramways (respaldados por el boleto ida y vuelta de 10 centavos que habían comprado antes de asistir a las carreras) y otros -la mayoría- lo hacía a pie.

Pampa y la vía

Unos y otros solían quedar varados allí y, para poder seguir viaje, se resignaban a vender alguna pertenecia. Relojes, sombreros y corbatas -cuentan los memoriosos- se conseguían a precios más que accesibles. La porteñísima expresión que identifica a los que menos tienen se popularizó y sigue vigente casi un siglo después del cierre del hipódromo (en 1926) y de la última vuelta que dio en 1935 ese tranvía, que arrancaba en Plaza de Mayo y llegaba hasta Avenida Del Libertador y Monroe.

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