Un paseo por la Ciudad oculta
Este pequeño barrio, surgido a la sombra de la actividad de los frigoríficos de Mataderos, propone una caminata entre mansiones, chalés de los años ’40 y calles amplias y poco transitadas.
Por Cristian Sirouyan
El más elegante apéndice de Mataderos está ahí nomás, a un paso de las parcelas gastadas del Mercado de Hacienda (hoy desmantelado), la avenida De los Corrales y la calle Lisandro de la Torre.
Pero el paisaje predominante en la exigua geografía del barrio Naón toma distancia de ese pasado de luchas obreras, la ajetreada rutina de la industria de la carne, los figoríficos y los talleres de oficios varios.
Si bien el imaginario popular asocia esta franja de manzanas rectangulares y casas muy bien cotizadas con “el lugar de residencia de los empresarios de la carne”, aquí la “Nueva Chicago” se diluye y muta en una sorprendente urbanización de calles amplias entrecruzadas con angostos pasajes, donde florecen palmeras y se levantan mansiones junto a modernos dúplex y triplex y chalés pintoresquistas de la primera época peronista.
La silenciosa atmósfera de Naón -resguardada como tesoro innegociable incluso en sus espacios verdes públicos- es una invitación para caminar o pasear en bicicleta, a salvo del ruido constante que disparan tres de sus cuatro bordes (las avenidas General Paz, Alberdi y Emilio Castro).
La historia local registra el auge del barrio -que debe su nombre al sacerdote de origen genovés Luis Naón, el “apóstol de Nueva Chicago”- a los años ’30, cuando fue inaugurado el frigorífico Lisandro de la Torre y el mini barrio empezó a ser observado como el destino aspiracional tanto de los directivos de la industria de la carne como de sus empleados, empujados por el sueño de un progreso que todavía se podía distinguir en el horizonte.
El apellido Naón ya había quedado fijado con tinta indeleble en la historia rioplatense a principios del siglo XIX, cuando el inmigrante italiano Luis Naón (originalmente “Navone”, tío del cura homenajeado) formó parte del Regimiento de Quinteros para defender la ciudad contra los invasores ingleses. Una vez repelidos los dos intentos de desembarco, el primer Naón llegado a estas tierras instaló una pulpería en el cruce de los caminos Real y Del Polvorín, la actual esquina de la avenida Rivadavia y Emilio Mitre, en Caballito.
Más de dos siglos después de ese hito fundacional, las calles Fragata Cefiro, Pizarro, Molina y Ulrico Schmidl resguardan en el barrio Naón la más llamativa fusión de propiedades de alta gama con viviendas pintoresquistas de estilo californiano, en las que resaltan los techos a dos aguas recubiertos con tejas españolas, paredes blancas, aberturas de madera y jardines, un cuadro algo bucólico que revive la ciudad de los años ’40 y ’50.
La porción residencial de casas bajas que atesora Mataderos como “barrio de frontera” propone una forma amable para cruzar de la Capital al partido de La Matanza, donde empieza a latir el conurbano.
Imperdible
A poco más de diez cuadras hacia el norte de Parque Naón, la calle colectora que bordea la avenida General Paz conduce sin desvíos hasta la Feria Boliviana -también conocida como Mercado de Andino de Liniers-.
Todos los días desde las 8 hasta las 19, una larga secuencia de tiendas comerciales y puestos informales ofrece muchos más productos de Bolivia y Perú que uno pueda imaginar. La frondosa oferta abarca desde ropa, artesanías y tejidos hasta harinas, granos y legumbres a granel, cervezas importadas de Bolivia y Perú, papas, papines, choclos, ajíes, picantes para valientes -como locoto, un exigente desafío al paladar-, plátanos verdes, cilantro, frutas secas, refresco de tamarindo, chiocha morada, limonada y hierbas naturales.
El aire se impregna con los aromas de las especias y condimentos que ofrecen los vendedores y los olores de los platos típicos del Altiplano que fluyen desde sencillos restaurantes y comedores improvisados sobre la vereda.
El tour de compras se puede combinar con la degustación de falso conejo, picante de pollo, chicharrón de cerdo, ceviche, salchipapas, pique macho, salteña (la tradicional empanada dulce boliviana rellena de pollo), asado en olla, ají de gallina, anticucho, choclo hervido o asado en olla.