Faro a lo lejos al caminar por la avenida Corrientes, ícono de nuestra ciudad, tal vez no haya símbolo más potente de la identidad porteña que el Obelisco de Buenos Aires.
Por Pablo Sáez
La iglesia que ya no está
No existía el Obelisco: nuestra ciudad era otra, de calles angostas, de casas bajas y antiguas. En una de las fachadas del monumento una leyenda dice: “En este sitio, en la Torre de San Nicolás, fue izada por primera vez en la Ciudad la Bandera Nacional el 23 de agosto de 1812”. Pocos saben que la referencia es a la Iglesia de San Nicolás de Bari, que funcionó en la intersección de las actuales avenidas 9 de Julio y Corrientes hasta que fue demolida a fines de 1931 para dar lugar a Diagonal Norte, un gesto que significó un corte con nuestra herencia española para recibir la influencia de la traza urbana francesa.
La vieja iglesia colonial había sido construida en 1733 en la calle del Sol –actual Corrientes– y su intersección con Carlos Pellegrini que entonces ni siquiera tenía nombre. Durante las invasiones inglesas fue depósito de armas y municiones por ser considerada un lugar seguro y alejado de la ciudad. De ese templo solo quedó el nombre que lleva hoy el barrio también conocido como Microcentro.
Celebración de la modernidad
El crecimiento vertical urbano se convirtió en un hecho irreversible ante la acelerada valorización de los terrenos y las nuevas técnicas de construcción que permitían más pisos. Buenos Aires estaba en plena transformación que acompañaba un vertiginoso crecimiento económico. En el curso de poco más de veinte años, de 1913 a 1936, se alteró por completo el aspecto de la zona céntrica. Siguiendo el ejemplo precursor de Avenida de Mayo en 1910, aparecieron otras arterias, que habilitaban los grandes edificios. Por esos años se levantaban el Comega, de 21 pisos; el Safico, de 26, y el Kavanagh, de 32. Todos en categoría “rascacielos”.
Para 1936, Mariano de Vedia y Mitre, elegido intendente por el presidente Agustín P. Justo, quería festejar los cuatrocientos años de la fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza. La construcción del Obelisco era parte de una modernización que incluía también el ensanche de la calle Corrientes y la inauguración de la avenida 9 de julio.
“Obeliskos” es en griego diminutivo de “obelos”, que significa “aguja”. Símbolo fálico, como todo monumento alargado y que apunta al cielo, está presente en cultos solares que honran el poder, la fuerza viril y la fertilidad. Su origen comprobado se encuentra en Heliópolis, Egipto. Luego se difunde en Roma, aunque en todo el mundo está presente esta tipología, aun en culturas sin evidente relación entre sí.
Nuestro obelisco lo diseña con estilo racionalista el arquitecto tucumano Alberto Prebisch, autor también del Teatro Gran Rex. Con una empresa alemana lo levanta en poco más de dos meses. El monumento tiene 67,5 metros, pesa 170 toneladas y para llegar a su ápice hay que subir 206 escalones de hierro en una escalera recta, donde cuatro ventanas apuntan en las cuatro direcciones cardinales.
¡Demuelan el Obelisco!
Desde su nacimiento el Obelisco fue objeto de burlas y tuvo grandes detractores. Entre otras cosas, porque reemplazaba un símbolo muy preciado para sectores conservadores católicos como fue la iglesia San Nicolás de Bari. En el ámbito de la cultura también hubo polémica: apoyaron el proyecto personalidades como Victoria Ocampo y Macedonio Fernández, y se opusieron otras más tradicionales como los arquitectos Alejandro Christophersen y Alejandro Bustillo.
Tres años luego de su inauguración, el martes 13 de junio de 1939, el Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires decidió por votación “la inmediata demolición hasta el nivel del suelo”, y daban diez días para su cumplimiento. Argumentaban un peligroso desprendimiento de algunas lajas que lo cubrían, durante un acto oficial. Además, sus opositores sostenían que la obra había sido un capricho del entonces intendente y que la decisión no había sido debatida en el Congreso.
Hubo una gran polémica hasta que Arturo Goyeneche, el intendente en ejercicio, vetó la ordenanza. Luego, por ser un monumento, su destino fue elevado al Poder Ejecutivo, donde se lo declaró patrimonio nacional y quedó protegido. En 2011 fue incorporado al Patrimonio Cultural de la Ciudad Autónoma.
Obelisco multiuso
Soporte de intervenciones artísticas y publicitarias, el Obelisco parece un lienzo blanco que da para todo.
En 1973 lo decoraron como árbol de Navidad para las fiestas, acción poco feliz para algunos reconocidos arquitectos.
En 1975 se le colocó un anillo giratorio en el cuarto inferior de su altura con las inscripciones “El silencio es salud” y “Mantenga limpia Buenos Aires”, como campaña de sanidad urbana, o quizás como advertencia subliminal frente al terrorismo de Estado en pleno apogeo.
En 1989 el grupo de teatro físico La Organización Negra produjo un espectáculo usando las paredes del Obelisco para colgarse. Se llamó “La Tirolesa” y convocó más de treinta mil espectadores.
En 2005 fue vestido con un preservativo en el Día Mundial de Lucha contra el Sida, acción que se repitió en 2023, pero en forma digital, con difusión de su imagen.
En 2007 amaneció cubierto por banderas de Argentina y Alemania, conmemorando la relación entre los dos países y con nueva iluminación cedida por consorcios germanos.
En 2009 se le colocó el brazalete de “Say No More”, en homenaje a Charly García y su regreso a la escena, luego de una internación.
En 2015 el artista Leandro Erlich realizó una intervención artística: tapó la punta del símbolo con un capuchón de metal de 3 toneladas, el cual fue colocado con ayuda de grúas. A medida que uno se acercaba al Obelisco generaba la sensación de que no tenía la punta.
En 2018 fue escenario principal en la fiesta de lanzamiento de los Juegos Olímpicos de la Juventud y desde sus ventanas y sus paredes se realizaron performances referidas al deporte y al tango.
Y siempre, por ser epicentro de reunión, o de entrada o salida de Plaza de Mayo o Congreso, el Obelisco ha sido testigo de festejos y manifestaciones, y también víctima de vandalismos y atropellos. A pesar de estar protegido tras rejas desde 1987, fue muchas veces pintado con inscripciones y su puerta se ha forzado para escalarlo y sacar banderas. Parece siempre joven, pero el Obelisco ya cumplió 87 años como misterioso objeto condensador de la memoria colectiva en nuestra ciudad.