Una ventana al cielo

En nuestro periplo por edificios icónicos porteños nos detuvimos en esta ocasión en el Observatorio Astronómico de Parque Centenario. Su presencia es parte del paisaje barrial, hoy con un pequeño parque propio detrás de rejas, donde cuatro grandes paneles solares y antenas parabólicas –para un proyecto de radioastronomía– le dan un claro carácter científico.

Por Pablo Saéz

Creado en 1944 por la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía (AAAA o también ASARAMAS), el Observatorio Astronómico de Parque Centenario, siempre muy activo, es un ámbito en el que suceden todas las semanas movidas culturales que atraen todo tipo de público, desde eruditos apasionados por la ciencia hasta niños o niñas que obligan a sus madres a entrar porque, simplemente, quieren ver las estrellas. Las observaciones se realizan en la cúpula con el mítico telescopio Gautier, o bien en las terrazas, donde se distribuyen muchos aparatos de alta precisión apuntando a lo alto y rezando por un cielo sin nubes. Y en la sala de conferencias se dictan charlas y seminarios sobre iniciación a la astronomía, cosmografía, observación de planetas, construcción de telescopios y muchos temas más. Todo comenzó hace casi cien años, pero por el centro y en la calle Florida, donde un grupo de entusiastas se reunían atraídos por algo que se asemejaba a la misma armonía que tal vez percibían en el cosmos: la música.

La Asociación Wagneriana y el corredor de bolsa astrónomo

Cardalda es hoy el nombre de uno de los miles de asteroides que giran alrededor del Sol, y este lo hace entre Marte y Júpiter. El nombre fue puesto en honor a Carlos Cardalda (1883-1961), uno de los principales promotores de la creación de la asociación que hoy funciona en la sede de Parque Centenario. Músico, y de profesión corredor de bolsa, participaba de la Asociación Wagneriana de Buenos Aires, tal vez la más prestigiosa institución destinada a promover la música clásica en la Argentina. Eran varios los socios que también compartían la afición por la astronomía. Y juntos, en enero de 1929, un momento extremadamente difícil para la Argentina y el mundo, decidieron crear la Asociación Argentina Amigos de la Astronomía.

“Era el año del gran crack internacional, que afecta enormemente nuestro país al caer los ingresos derivados del comercio exterior”, reflexiona Miguel Ruffo, licenciado en Historia, miembro y docente de la asociación y colaborador de Tras Cartón. Y agrega: “Una situación económicamente compleja, y luego políticamente, en 1930, con el golpe militar del general Uriburu contra Hipólito Yrigoyen. Argentina venía de un desarrollo importante, con algunas crisis, pero sostenido desde 1880, y el colapso de esos años fue muy angustioso para todos los sectores. No era el mejor momento para una aventura del pensamiento la creación de un espacio propio para la astronomía, pero estos hombres lo hicieron”.

Esta primera institución de aficionados a la astronomía nació sin sede, pero con objetivos muy claros para popularizar dicha ciencia: publicar mensualmente una revista, realizar un ciclo de conferencias, crear una biblioteca especializada, organizar observaciones astronómicas y, en algún momento, tener local y observatorio propio. Al principio funcionaban en la sede de la Asociación Wagneriana y circulaban por observatorios en casas. Fue recién en 1944 que pudieron llegar al anhelado sueño de un espacio propio.

El edificio del Observatorio

Las tierras fueron cedidas por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, mediante una ordenanza promulgada en 1939 por el Concejo Deliberante, pero la construcción fue posible por el importante aporte de socios, entre los que se destaca el que hizo José Naveira, poderoso personaje, dueño del Castillo Naveira en Luján, una imponente construcción gótica en una estancia.

La obra fue realizada por el arquitecto José Millé y el ingeniero Antonio Millé. José Millé fue un diseñador y autor de obras muy importantes, hoy patrimoniales para la Ciudad de Buenos Aires. Su nombre adquirió notoriedad hace algunos años por la fabulosa venta por 10 millones de dólares del Palacio Abril, edificio de su autoría.

El observatorio puede adscribirse a un academicismo simplificado, propio de la década del 30, con un gesto art decó y mucha simetría. Las líneas curvas de ambos laterales dialogan con la forma de la cúpula de observación en lo alto, y todo parece querer resonar con la forma de la esfera celeste a quien se consagra la asociación. Construido con todos los adelantos técnicos existentes en el momento, en la entrada dos columnas macizas preceden a puertas de vidrio repartido; en el hall hay entrada para un gran salón de conferencias; a la izquierda, la biblioteca y el taller de construcción de telescopios; a la derecha, otro salón para exposiciones, el bar y las escaleras que conducen a varias terrazas en diversos planos y a la cúpula de observación, que se abre al cielo.

El telescopio Gautier

Este viejo aparato inspira un gran respeto en la habitación donde está instalado sobre un gran escenario de madera. Importado desde Francia en 1882 por la gobernación de la provincia de Buenos Aires, fue emplazado en Bragado para ver el paso de Venus delante del Sol, un fenómeno que se volvería a repetir solo después de cien años. La observación se hizo con algunas dificultades de un día nublado, y el Gautier fue al Observatorio de La Plata, donde se lo llamó Pequeño Ecuatorial, en comparación al Gran Ecuatorial, uno existente de mayor potencia. En la década del 40 fue traído al Observatorio de Parque Centenario, donde ya es vedette de los visitantes que llegan por primera vez a la asociación a hacer la primera observación celeste. Pero es en las terrazas donde los aficionados y estudiosos distribuyen telescopios más potentes y realizan sus observaciones.

Todo el edificio de la Asociación está repleto de extraños aparatos, incomprensibles para el no iniciado. Por la tarde circulan muchísimas personas, en clara actitud de investigación de algo más allá. Eso que tal vez entusiasmaba tanto a sus fundadores, que encontraron en el cielo consuelo para las cosas que estaban pasando y pasarían en la Tierra, un planeta más del misterioso cosmos que habitamos.

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